10.4.12
Doncella
La escucho...Ella se sumerge en un océano de profundas infamias. Su piel siempre huele a miel y lee libros con historias de locos.
Palabras caen de su boca a cántaros; aunque afirme repetidamente que desconoce sus significados: descienden por su delgado cuello y se encaminan, desde sus agudas clavículas, hacia sus brazos. La apañan, la sostienen, la atan.
Mil y una preguntas recorren mi mente;
-Hoy es un día soleado- Objeta por vez primera, con fulgor en el fondo de sus pupilas y una sonrisa que sigo sin comprender.
Aún la considero muy bonita y sé, al menos por lo que llego recordar, que las tardes de otoño le alegraban por doradas, aunque no le viera valor al oro. Adoraba vigorizarse con la lluvia.
Cree en el amor; sabe que la quieren, pero no si está enamorada.
No le gusta la ciudad, sus sonidos logran callarla.
Sé que viene a tomar el té que revuelve con insistencia, aunque no le agregue azúcar, por miedo a ser lo que antes era.
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