Y pensar que mutamos, y nuestra esencia se mantiene. La vida
cambia, Dios nos obliga a metamorfosear.
Que la vida me vuelva una mariposa,
que mis colores no se opaquen. Extiendo mis alas, estiro mis brazos al cielo,
que las nubes, algodones de azúcar, me hagan cosquillas. Las sonrisas vuelven
el mundo dulce. Las lágrimas hacen charcos, charcos de donde beben los árboles
que me dan el oxígeno para vivir.
Respirar.
Reír.
Llorar.
Eso es la vida;
dejarse encandilar, soportar los vientos que, a veces, dificultan el vuelo.
Muchos prefieren tener los pies sobre la tierra, pero ¿para que Dios nos da
alas, sino?
El miedo es de aquellos que se creen omnipotentes, y temen al
desafío de sus capacidades. Pero yo no, soy de carne y hueso, y con este
cuerpo -maltrecho- no tengo miedo, porque la naturaleza me demuestra ser más
sabia. Te aseguro que no hay persona que no me sorprenda, que no hay situación
que no me obnubile.
Porque acepto que mis días están contados, y en algún
momento, llegará mi hora; y aquella vida que yo dí, me verá partir.
Mis acciones son las que me harán peremne.
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